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En un capítulo de la reconocida serie de televisión Black Mirror, se narra una historia del mundo digital.
Una madre que, preocupada por la seguridad de su hija, decide implantarle un chip que le permite ver todo lo que ella ve, rastrear sus movimientos y bloquear cualquier contenido que pueda alterarla.
Todo parece estar bajo control… hasta que la niña crece.
Es entonces cuando se revela una realidad incómoda: la falta de autonomía, criterio y formación deja a la niña vulnerable ante aquello que debía estar preparada para enfrentar.
El verdadero riesgo no era el acceso al contenido, sino no haber desarrollado los hábitos, habilidades y conversaciones necesarias para gestionarlo.
En el mundo digital, proteger no solo implica supervisar, sino también educar y acompañar.
Conocer el mundo digital, clave para el cuidado
En Colombia, el 36 % de los menores tiene acceso a dispositivos móviles desde los seis años o incluso antes, según el estudio Niños Digitales de Kaspersky.
A esa edad ya aprenden, se entretienen y socializan en línea, muchas veces sin una guía clara sobre cómo identificar peligros, proteger su información o actuar con respeto en entornos digitales.
Y aunque el 93 % de los colombianos considera que regular este comportamiento es responsabilidad de padres y cuidadores, y un 21 % también señala a los colegios, este reto requiere la participación de todos, según otro informe de la compañía.
Formar ciudadanos digitales no significa enseñar a usar una app o a encontrar videos en plataformas.
Significa enseñar a pensar antes de compartir, a reconocer una noticia falsa, a proteger la privacidad propia y la de los demás, y a identificar amenazas disfrazadas de entretenimiento.
Y todo eso se aprende desde pequeños: en casa, en el aula y, por supuesto, con el apoyo del sector tecnológico.
Hábitos digitales saludables
Los niños y niñas deben desarrollar hábitos digitales saludables -por ejemplo, cómo proteger su información personal, reconocer enlaces sospechosos o interactuar de manera respetuosa en línea-
Así se transforman en una barrera natural frente a amenazas como el phishing, la suplantación o la manipulación digital.
Más allá de protegerse a sí mismos, se convierten en replicadores de buenas prácticas: lo que aprenden lo comparten con sus amigos, hermanos y comunidades escolares, creando un efecto multiplicador.
Así, la educación digital deja de ser una acción aislada y se convierte en una cultura que se contagia y se fortalece con el tiempo.
En este proceso, la colaboración con el sector educativo, las autoridades y organizaciones de la sociedad civil es fundamental.
Diseñar estrategias conjuntas, crear contenidos atractivos y herramientas accesibles —como juegos, guías prácticas o experiencias interactivas— puede marcar una diferencia real en la manera en que una generación se relaciona con el mundo digital.
Por su parte, el sector tecnológico tiene una enorme responsabilidad, pero también una oportunidad invaluable: innovar con propósito.
Ya no se trata únicamente de crear plataformas o dispositivos funcionales, sino de diseñarlos desde el origen con criterios de seguridad, visión pedagógica y herramientas que integren la ciberseguridad como parte natural de la vida cotidiana de los más jóvenes. Porque los desafíos del ciberespacio no esperan.
Y los ciudadanos que necesitamos para enfrentarlos se están formando hoy.
La mejor ciberdefensa del futuro no será una barrera técnica, sino una generación que sepa cuidarse desde el primer clic.
Y a diferencia de lo que plantea la serie, esta historia no está condenada a un final oscuro. No necesitamos chips ni vigilancia extrema para proteger a los más jóvenes: necesitamos educación, diálogo, acompañamiento y tecnología pensada con empatía.
El futuro digital puede ser brillante, si sabemos construirlo desde la conciencia, y no desde el miedo.
Autora Carolina Mojica, Gerente de Productos para el Consumidor para Nola y Sola en Kaspersky (en la foto principal).
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